el cine de mi casa

Esperando el final

 

El 6 de agosto de 1945, los americanos bombardearon Hiroshima, provocando la muerte a más de 70.000 personas y gravísimas heridas y mutilaciones a muchas más. El 9 de agosto de 1945, Nagasaki conoció una experiencia parecida, que elevó a más de 39.000 el número de civiles muertos por las bombas americanas durante la II Guerra Mundial. En febrero de 1947, se estrenó ¿El principio o el final? (The Beginning or the End?), dirigida por Norman Taurog, una película tendenciosa y pseudocientífica sobre la energía nuclear, el primer largometraje de ficción que se atrevía a abordar el tema, y que inició una larga serie de mediocres películas, ninguna de las cuales ha conseguido tratar con un mínimo de seriedad una problemática tan grave e importante como la nuclear.

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Existen dudas sobre si las películas acerca del peligro nuclear constituyen un género. Está claro que muchas de ellas pueden considerarse como de ciencia ficción, de terror, mientras que algunas encajan dentro de la sátira o la parodia: The Atomic Kid (1954), de Leslie H. Martinson; ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), de Stanley Kubrick. El juego de la guerra (The War Game) dirigida en 1965 por Peter Watkins, es un documental; Kiss Me Deadly (dirigida, en 1955, por Robert Aldrich), es una película de cine negro; Split Second (dirigida, en 1953, por Dick Powell), una película policíaca, etcétera. Existen, además, numerosas películas que no tratan de la guerra nuclear, pero que pueden interpretarse como una consecuencia de los temores engendrados por la amenaza atómica, como alegorías más o menos conscientes.

 

Las películas de este grupo incluyen, evidentemente, no sólo las relativas a los mutantes, sino también títulos de carácter “apocalíptico” como Al rojo vivo (White Heat), dirigida, en 1949, por Raoul Walsh y 20.000 leguas de viaje submarino, dirigida, en 1954, por Richard Fleischer. Paradójicamente, estas películas que tocan el tema sólo de refilón, resultan ideológicamente más reveladoras, y cinematográficamente, más interesantes que sus “hermanas” más serias y prestigiosas, como por ejemplo, La hora final (On the Beach, 1960).

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